quarta-feira, 7 de março de 2012

SÍRIA: Una masacre del padre del actual dictador

Las ruinas de Hama en 1982 después de la represión perpetrada
por Hafez el Asad, padre del actual dictador






Una masacre del padre del actual dictador
Supervivientes de Hama relatan el horror 30 años después



Mientras 20.000 personas son bombardeadas y esperan ser masacradas en cualquier momento en el barrio de Baba Amor, en la ciudad de Homs, hace 30 años soldados sirios enviados por el padre del actual presidente pusieron en marcha un asedio en Hama que acabó con la vida de unas 25.000 personas.

El asedio militar sirio sobre Homs, que ha entrado en su cuarta semana sin dar señales de remitir, despierta el recuerdo de la masacre perpetrada hace 30 años en la vecina ciudad de Hama.
Hace tres decenios, soldados sirios enviados por el gobierno de Hafez el Asad, padre del presidente actual, Bachar el Asad, pusieron en marcha un sangriento asedio sobre Hama que duró 27 días.
La operación sucedió a una emboscada tendida a los soldados por miembros de la prohibida Hermandad Musulmana y a varios ataques contra autoridades y presuntos “colaboradores”. Es posible que el número final de víctimas se elevara a 25.000 en ambos bandos.
Entre 6.000 y 8.000 soldados fueron enviados a Hama en febrero de 1982, según informes de prensa e información recibida por Amnistía Internacional. Se bombardearon desde el aire zonas antiguas de la ciudad para permitir la entrada de tropas y tanques por las estrechas calles de la ciudad.
Al parecer, el antiguo barrio de Hadra fue arrasado por tanques en los cuatro primeros días de enfrentamiento armado.
El 15 de febrero de 1982, tras varios días de intensos bombardeos, el ministro de Defensa sirio anunció que se había sofocado el levantamiento en Hama. Pero no cesó el asedio a la ciudad, que continuó aislada.
Tras dos semanas de registros casa por casa y de detenciones generalizadas, con informes contradictorios sobre atrocidades y masacres de habitantes inocentes por las fuerzas de seguridad que dificultaron la tarea de establecer con certeza lo ocurrido. Algunos de estos informes tenían relación con abusos, incluidos homicidios cometidos por grupos de oposición.
Sobrevivientes del asedio de Hama en 1982 han relatado recientemente su experiencia de aquel horror a Amnistía Internacional, incluidas masacres y torturas.
“No podemos sacar a mi abuela para que se la coman los perros”
Maha Mousa, que en la actualidad tiene 49 años y reside en Londres, ha recordado su experiencia del asedio.
El ejército ocupó la casa de su familia y colocó francotiradores en el tejado. Ella recuerda su sensación de repugnancia ante la visión de los cadáveres en el exterior.
Al morir su abuela por causas naturales durante el asedio, la familia no supo adónde llevar el cuerpo:
“Preguntamos a los militares que estaban en nuestra casa qué debíamos hacer con el cadáver. Uno nos dijo que lo sacáramos a la calle sin más. Pero recuerdo haber mirado por la ventana y haber visto unos perros devorando los cadáveres que ya inundaban nuestra calle, y haber pensado que no podía sacar allí a mi abuela para que se la comieran los perros.”
Aun después de los hechos, los sobrevivientes siguieron viviendo rodeados de temor.
Tras el ataque de 1982, el tío de Maha Mousa fue acusado de pertenecer a la Hermandad Musulmana y detenido.
Aunque negó las acusaciones, sufrió tortura y muerte bajo custodia. Según Mousa, cuando devolvieron su cuerpo a la familia le faltaban los ojos y las uñas.
También recordó que, en un ataque contra el templo de la ciudad, la mezquita de Masud, se dio muerte a unos 60 hombres y posteriormente las fuerzas de seguridad les cortaron los dedos y los colocaron a lo largo de los muros de la mezquita.
“Nadie se atrevió a retirarlos de allí durante los dos años siguientes a la masacre. Tal era el miedo” aseguró.
Tensiones latentes
El asalto militar a Hama en 1982 no fue un episodio aislado, sino más bien la culminación de las tensiones que venían acumulándose desde hacía años entre el gobierno de Hafez el Asad y sus opositores políticos.
Según contaron sobrevivientes a Amnistía Internacional, en los años anteriores al asalto el ejército sirio había ido extendiendo gradualmente los puestos de control por la ciudad y llevado a cabo ataques aislados contra la oposición.
Pero los residentes de Hama no estaban preparados para la escalada de la violencia y la brutalidad de los acontecimientos de febrero de 1982.
La noche del 2 de febrero de ese año, tras la emboscada tendida por la Hermandad Musulmana a los soldados, los habitantes de la ciudad se despertaron con el ruido de intensos tiroteos. A lo largo de las semanas siguientes estuvo interrumpido el suministro de energía y alimentos, y los habitantes asediados vivieron en permanente estado de temor debido a los disparos incesantes.
“Sólo cinco días después me marché de casa; ayudé a enterrar a una mujer embarazada y luego volví [a casa]” afirmó Abd al Hadi al Rawani, antiguo habitante de Hama que ahora reside en Londres.
“Al décimo día volví a marcharme, pero [...] fue tal el trauma de ver tantos cadáveres que regresé.”
A las tres semanas del asedio de Hama, el ejército convocó una concentración progubernamental. Según Abd al Hadi al Rawani, las fuerzas de seguridad mataron a un gran número de personas que se habían quedado en sus casas en lugar de asistir a la manifestación.
“Lo que está pasando en Siria en estos momentos es idéntico a lo ocurrido en Hama en 1982: la gente quiere libertad y el régimen la reprime”.
Ya no están aislados
Aunque las tácticas militares descritas por los sobrevivientes de Hama se asemejan a las empleadas en Homs y otras ciudades en la actualidad, la sensación de aislamiento que tuvieron sus habitantes en 1982 ha disminuido.
“Ahora la gente conoce las mentiras y los crímenes del régimen; ya sabemos cómo funciona la seguridad política” afirmó Ayad Khatab, originario de Hama y que ahora vive en el extranjero.
“Hama ya no está aislada, hay solidaridad entre distintas ciudades. Es algo que sube la moral no sólo en Hama, sino en todo Siria [...] ya no tienen miedo”.
Según “Mohamed”, activista de Hama que habló con Amnistía Internacional con la condición de mantenerse en el anonimato, en 1982 hubo menos deserciones del ejército debido a la falta de cobertura informativa independiente de los sucesos.
Pero eso ha cambiado, ya que ahora salen más imágenes de vídeo y relatos de testigos presenciales de las ciudades sirias a través de Internet, la telefonía móvil y las comunicaciones vía satélite.
“La diferencia fundamental está en que, en 1982, Hama quedó totalmente destruida y en los pueblos de alrededor no lo supieron hasta una semana después” contó Mohamed a Amnistía Internacional.
“Los medios de comunicación representan la mayor amenaza para el régimen; por eso, el peor delito que se puede cometer hoy en Siria, en opinión del gobierno, es facilitar información a los medios de comunicación extranjeros”.
“Viviremos con dignidad o moriremos”
A pesar de que ahora se tiene más información en el exterior sobre el asalto militar contra Homs y otras ciudades sirias, el sufrimiento no cesa.
Maha Mousa transmitió el mensaje de un amigo que aún reside en Hama, donde, como en 1982, escasean los alimentos y el combustible desde hace varias semanas.
“No han podido con armas y balas, así que van a intentar matarnos de hambre y frío” le dijo a Mousa el residente de Hama.
“Viviremos con dignidad o moriremos. Todos sabemos que algún día tenemos que morir [...] no nos asusta la idea. Pero vivir así es como morir mil veces, eso sí que asusta”.
Amnistía Internacional ha obtenido los nombres de más de 6.000 personas a las que, según informes, se ha dado muerte en todo Siria durante las protestas, o en relación con ellas, desde mediados de marzo de 2011. Se piensa que en muchos casos las fuerzas de seguridad dispararon munición real contra ellas cuando participaban en manifestaciones pacíficas o asistían a funerales de personas muertas en protestas anteriores.
En las últimas semanas, Hama ha vuelto a ser objeto de una campaña militar que incluye arrestos, registros y enfrentamientos armados entre las fuerzas de seguridad y los grupos de oposición.
También han muerto miembros de las fuerzas de seguridad, algunos a manos de miembros de grupos armados, incluidos desertores del ejército que ahora luchan contra el gobierno. Se ha detenido a miles de personas y muchas permanecen recluidas en régimen de incomunicación durante largos periodos en lugares desconocidos en los que, según informes, la tortura y otros malos tratos son habituales.

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